Nos basamos en la conferencia “The influence of owner/handler personality on the behavior of dogs” del Dr. James A. Serpell* en Sparcs Initiative para redactar este artículo sobre la influencia de nuestra personalidad y estado emocional en el perro.
La influencia de la selección de en el comportamiento canino
Para poder comprender una correlación tan compleja como es la personalidad y el estado emocional del guía en el comportamiento del perro, no sólo hay que tener en cuenta la larga convivencia de ambas especies, sino también la selección elaborada por el humano a lo largo del tiempo y que continúa a día de hoy.
Esta selección se ha hecho en base a unos rasgos físicos -en los que no entraremos- y, más relevante en este caso, de comportamiento. Bien por aptitudes para una tarea específica, bien como “animales domésticos”. En cualquiera de los casos, se han buscado individuos con una mayor habilidad para establecer relaciones sociales positivas con humanos.
Esta larga trayectoria de selección y convivencia hace que los perros domésticos, independientemente de su crianza, sean más hábiles en leer y comprender señales humanas que chimpancés o cachorros de lobo criados por humanos. La hipótesis de Serpell es que los perros están excepcionalmente adaptados a leer y responder a las intenciones y el comportamiento humano. Como consecuencia, ellos también son sensibles a las sutiles diferencias de la personalidad y el estado emocional y mental de su guía, ajustando así su propio comportamiento.
Personalidad Vs Estado mental o emocional
La personalidad sería “un patrón de señales y características relativamente permanentes que otorgan individualidad y coherencia al comportamiento de una persona” (Feist and Feist, 2009). La personalidad es algo que se puede moldear o cambiar a lo largo de toda una vida, pero nunca sucede de una forma brusca o repentina. Esta temporalidad es lo que la distingue de un estado mental y/o emocional. Éste último no se prolonga en el tiempo de forma indefinida y el cambio puede darse, en algunas circunstancias, de forma drástica.
Los experimentos sobre la influencia de nuestra personalidad y estado emocional en el perro
Teniendo en cuenta estos conceptos de partida, Serpell expone tres experimentos a través de los que trata de dilucidar la influencia de nuestra personalidad y estado emocional en el perro.
El experimento de los Cocker Spaniel
El primero de ellos es de 1997. Dos encuestas enviadas por mail a distintos hogares con Cocker Spaniel. Por un lado, una encuesta acerca del comportamiento de sus perros y qué detonaba comportamientos “agresivos” y, por otro lado, una encuesta de personalidad a los guías. La conclusión era que las personas más tensas, nerviosas, emocionalmente menos estables o ansiosas, inducían algún tipo de agresividad en sus perros. Bien por su forma de interactuar con ellos o bien por sobreprotección (errando entonces en proveer una socialización adecuada).
El experimento en los perros de búsqueda del 11-S
El segundo de ellos se centró en el nivel de sensibilidad en perros a los cambios en el estado mental y emocional del guía. Se estudiaron 85 perros de búsqueda y rescate durante tres años después del 11-S en Estados Unidos. Se hicieron test y mediciones en perros y guías a los seis meses, al año, a los dos y a los tres años.
A los seis meses, algunos guías presentaban ciertas psicopatologías -estrés postraumático, ansiedad-, mientras que los perros no parecían afectados por el suceso. De los seis meses al año, el estrés postraumático y algunos síntomas de depresión en los guías comenzaron a tener una correlación en los test a los perros de ansiedad por separación, hiperapego y búsqueda de atención agudizada. Del año a los dos años, los síntomas de depresión que persistieron en algunos guías supusieron un aumento de la tasa de agresividad de sus perros hacia otros perros. Y, finalmente, de los dos a los tres años, aquéllos guías que seguían presentando un estado mental o emocional “alterado” previo al 11-S, observaron en sus perros que esa agresividad ahora también se dirigía hacia extraños e incluso miembros de la familia.
La conclusión que sacan de este estudio es que la ansiedad acumulada en perros, fruto de la ansiedad acumulada en sus guías, deriva en comportamientos agresivos en los primeros.
El experimento en perros de asistencia para invidentes
El tercer y último experimento se hace con 267 perros de asistencia para personas invidentes. Una vez más, se hacía una encuesta a los guías acerca de su personalidad y otra sobre el tipo de interacciones con sus perros: si utilizaban correcciones verbales y con qué frecuencia o correcciones físicas o si sólo premiaban las conductas consideradas adecuadas. En todos los casos, una última pregunta era el grado de respuesta de sus perros a esas correcciones o incentivos.
Sin entrar en detalle en las categorizaciones que propone en este experimento (la conferencia completa se puede visitar), lo que nos interesa es que plantea dos posibles correlaciones.
Por un lado, que el factor de personalidad (más crítico, menos empático), percibe al perro menos receptivo y utiliza de forma excesiva la corrección y el castigo, teniendo como consecuencia que se exacerben los problemas de comportamiento en el perro. Sin embargo, por otro lado, plantea que puede ser que ese factor de personalidad en si mismo directamente exacerbe los problemas de comportamiento. En cualquiera de los casos, generalmente cuantas menos correcciones verbales y físicas, mejor respuesta se obtenía del perro.
Reflexiones sobre la influencia de nuestra personalidad y estado emocional en el perro
El propio autor cuestiona las encuestas como forma válida de estudiar aspectos como la personalidad y el estado mental o emocional humano. Propone estudios de observación directa sobre los guías. Sin embargo, creemos que estos experimentos ofrecen un apoyo eficaz en la hipótesis de partida: la asociación causal entre la personalidad del guía y el comportamiento del perro, posiblemente como un legado de la evolución del perro.
De cualquier modo, como Serpell apunta, estas conclusiones deberían tenerse en cuenta a la hora de establecer un plan de trabajo individualizado sobre problemas de conducta canino y un protocolo a la hora de asignar perros a determinados guías. Evaluar el grado de aptitud e idoneidad tanto en adopciones como en perros de trabajo.
A la hora de buscar un compañero de cuatro patas, todos sabemos que tenemos que tener presente aspectos como la disponibilidad de tiempo y más o menos recursos. Pero nos parece aún más necesario ser capaces de evaluar el tipo de vida que llevamos y cómo somos. Igual que una persona de avanzada edad o muy sedentaria no es la más idónea para un cachorro o un perro joven por el nivel de energía, tampoco lo es una persona muy estresada e impaciente para un perro que presenta problemas de comportamiento.
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*Dr. James A. Serpell, especialista en conducta canina e interacciones sociales entre animales y humanos. Profesor de ética y bienestar animal en la Facultad de Medicina Veterinaria de la Universidad de Pennsylvania.