España lidera las cifras de abandono en Europa; según la Fundación Affinity, en 2022 fueron 168.000 perros recogidos. En otro artículo hablaremos de cómo se elabora ese estudio y de las causas por las que el número real de perros abandonados es, lamentablemente, aún mayor.

Esa realidad nos empuja a muchas no sólo a adoptar, sino a plantearnos también dedicar parte de nuestro tiempo a esos perros que siguen esperando a su familia definitiva en un refugio. Si estás aquí, ya sabes que la relación con los perros es mucho más compleja de lo que la mayoría cree, y eso se multiplica exponencialmente cuando hablamos de animales que viven sometidos a un estrés que es difícil de imaginar.

Por eso, porque ya sabemos que sólo con las buenas intenciones no es suficiente, que hace falta estar bien preparada con muchos conocimientos y un buen catálogo de cualidades personales que quizá a priori no contemplas, queremos compartir contigo lo que creemos que toda voluntaria debe plantearse, y mejor hacerlo antes de empezar…

¿Qué debo tener en cuenta?

Sobre ti

Lo primero es evaluar tus propias aptitudes personales: compromiso, trabajo en equipo, ¿cómo llevas obedecer?… Es importante que seas sincera contigo misma: de nada sirve que digas “lo haré por ellos”, si luego vas llorando a pasearles. La inmensa mayoría de las personas que hacen la prueba y se deciden a ir un día como voluntarias, no vuelven; está claro que hay mil razones por las que se queda en una experiencia de un día (falta de tiempo, no comulgar con lo que has visto ese día, etc.), pero una de ellas es porque no se estaba preparada para el impacto emocional de lo que se vive dentro de un refugio, aunque sea por unas horas.

Según la Wikipedia, la resiliencia “es la capacidad para adaptarse a situaciones adversas con resultados positivos”. Esa palabra cobrará un nuevo significado para ti. Una protectora es una montaña rusa de emociones constante. Situaciones positivas, como una adopción, para ti siempre tendrán el punto agridulce que supone despedirte de ese animal; añade todas las negativas que vivirás en primera persona (abandonos, recogidas de animales en estado de salud deplorable, perfiles de adoptante que quieren perros a los que no les dejarías una planta…).

Sobre la asociación con la que colabores

El refugio tendrá unos responsables. Ten en cuenta desde el principio que ellos son los que marcan las pautas generales e indican cómo quieren que se hagan las cosas. Puede que tú lo hicieras de otra forma, puede que estén dispuestos a escuchar tus sugerencias, pero también puede que no. En la mayoría de los casos, serán personas que llevan años realizando esa labor, con el desgaste físico y mental que eso supone; lejos de significar soberbia, piensa que sus modos de hacer serán, por un lado, derivados de la experiencia y, por otro, producto del hartazgo, hastío, fatiga emocional y, directamente, saturación de trabajo.

No todas protectoras cuentan con educadores caninos (mucho menos amables, pero eso da también para otro artículo), no todas las personas que las gestionan saben interpretar la comunicación de los perros, ni siquiera todas son llevadas por amantes de los animales. Siguen existiendo perreras en las que un empleado (en ocasiones público) va por la obligación que le supone el puesto de trabajo, no porque necesariamente le gusten los perros.

Ten estas variables en mente cuando estés buscando dónde ayudar y plantea algunas dudas en tu primera visita con el fin de identificar posibles líneas rojas con las que te resultaría imposible coincidir. Será mejor realizar este trabajo antes de apegarte a decenas de perros de los que después, por un desencuentro, debas despedirte para siempre.

Sobre los perros del refugio

Recuerda: ninguno de esos perros son tu perro. Ni tú los conoces a ellos al mismo nivel, ni ellos a ti y, lo más importante, en ocasiones ni siquiera tendrán sus necesidades básicas satisfechas. Lo que haces a diario con tu perro puede darle miedo a otro, o directamente hacer que te lleves un susto; no serás capaz de anticiparte a todo o de leer a cada individuo como puedes hacer con tu compañero de vida. Habrá animales con los que tendrás que aprender a moverte de otra forma porque tu manera de caminar, la ropa que llevas o el ruido de las llaves de tu bolsillo, les da miedo.

El perfil de perros que te encuentres en el refugio va a depender de muchos factores: no será lo mismo una protectora de una gran ciudad, donde la mayoría serán perros “de piso” cedidos por sus dueños (que no guías), a una en medio de una zona rural que los recoge directamente de las carreteras. Aunque ambos estarán sometidos al inevitable estrés de vivir en un entorno hostil y desconocido, es más probable que los perros de ciudad estén acostumbrados a pasear, a oír coches y a ver gente y otros perros, mientras que los de la asociación que está en un pueblo perdido, la mayoría de veces nunca han vivido en interior ni habrán visto a nadie más que al propietario de la finca de la que se ha escapado (por supuesto, sin microchip, ni chapa, ni nadie que llame jamás preguntando si están allí).

Intenta averiguar qué población canina tiene la protectora a la que piensas ayudar; muchas veces podrás hacerte una idea mirando su página web y leyendo las fichas de los perros en adopción. Analiza qué les puedes aportar a esos perros con lo que ya sabes y qué estás dispuesta a aprender para hacerlo mejor.

Otras formas de ayudar

Como sabes, nuestro estado emocional influye en los animales con los que estamos. Aunque un perro del refugio quizá no llegue a conocerte y sincronizar su ánimo contigo como te ocurre con el perro con el que convives, sí será permeable a cómo te encuentras el rato que pasas con él. Tu objetivo es que tu visita al refugio sea el mejor momento del día para ellos (o de la semana, o del mes… el rato que puedas y quieras dedicarles); ya sea de paseo, jugando, cepillándole si le gusta o sentados un rato al sol porque es un abuelete y es lo que le apetece hacer.

Es habitual escuchar frases como “yo no podría” o “me los llevaría a todos“, y es muy lícito y valiente conocerse a una misma hasta el punto de saber que no estás hecho para ayudar de una forma tan directa. Afortunadamente, hay formas casi infinitas de colaborar con una protectora de animales:

  • Económicamente: la más evidente, pero la que más cuesta por la desconfianza que nos genera dar dinero y que no se destine a lo que muchos consideraríamos prioritario. La mayoría de entidades cuenta con plataformas de micromecenazgo (la más conocida, teaming.net) en las que sólo puedes aportar 1€ mensual, cantidad que ninguno nos supone gran cosa, pero que para muchas asociaciones supone el único ingreso mensual con el que pueden contar. Está muy bien donar pienso, medicamentos o lo que se nos ocurra, pero las necesitan dinero: veterinario, gasolina, impuestos o comisiones bancarias (que los pagan por mucha ONG que sean)… todo eso no se puede pagar en especias.
  • ¿Qué sabes hacer? Quizá se te da bien la fotografía y puedes ir un único día a hacerles buenas fotos para sus fichas de adopción, o eres apañada con un ordenador y con las redes sociales y les puedes echar una mano con eso, o te gustan las manualidades y puedes vender objetos solidarios, o tienes mucho desparpajo y puedes participar en ferias y mercadillos que organicen para recaudar fondos… Haz un repaso a esas habilidades que te hacen especial y utilízalas para el bien.
  • Punto de recogida: la mayoría de los refugios están ubicados lejos de los núcleos urbanos; paradójicamente, la población más concienciada y dispuesta ayudar suele vivir en grandes ciudades. Eso obliga a muchas entidades a emplear tiempo y dinero que no les sobra en hacer viajes a recoger donativos. Plantéate si tú o algún conocido podéis ofreceros como ser punto de recogida: a lo mejor tienes una habitación que no usas donde puedas ir acumulando algún saco de pienso o una bolsa de mantas, para que ese trayecto les compense.
  • Traslados: la gestión diaria de un refugio implica dar un millón de vueltas. Llevar perros del veterinario, recoger donativos, hacer las compras necesarias… Si eres punto de recogida, quizá tienes la posibilidad de acercarles directamente las cosas cuando tengas bastantes.
  • Comparte y busca más ayuda: habla del teaming, del voluntariado, de la realidad de la asociación. Muchas tiendas o clínicas veterinarias les donan lo que ya no pueden vender porque se acerca la fecha de caducidad: plantéate dar una vuelta por tu barrio y recoger directamente donativos de nuevos colaboradores.

Consejo final

Si con todo lo que has leído hasta aquí, estás convencida de que puedes y quieres aportar, sólo te hacemos una última recomendación: establece tus límites, sobre todo y lo primero, contigo misma, pero también con la entidad. Elabora una lista de tareas que estarás dispuesta a hacer y las que no: quizá no tienes inconveniente en limpiar porquería pero no puedes cargar peso, o puedes pasear perros durante horas pero te imponen los perros demasiado grandes…

Vas a ayudar, pero tú y tu salud mental sois importantes para que puedas hacerlo a largo plazo. Un refugio es un lugar en el que es muy fácil entrar en modo “darlo todo” y, a la larga, no suele ser la mejor estrategia.