Pasan los años y algo avanzamos, pero poquito, esto va demasiado lento. Aún seguimos viendo miradas de desconfianza cuando es la educadora en vez de el educador. “¿Y tú manejas perros grandes?”. El machismo lo impregna todo, y la educación canina no se libra.
La cosa tampoco mejora cuando hablamos de guías de perros. ¿Eres mujer y tienes un perro grande? No falta el típico comentario: “te va a tirar, si puede contigo” o “tú no deberías llevar ese perro”. Y mucho peor cuando es un perro con dificultades. Cuántas veces hemos llevado la cuenta en casa de los comentarios que recibe mi pareja si es él quien saca a René y cuántos recibo yo.
En mi propia experiencia, mi perro empezó a reaccionar a desconocidos porque no había paseo en el que no nos increparan y nos dijeran algo cuando íbamos tranquilamente andando. Desde un comentario despectivo a lanzarnos besos, incluso llegar a cogerme la correa y tirar de ella, porque “yo no me hacía con él”. Pasaba miedo, la verdad, no recuerdo los primeros paseos con René como algo gratificante para ambos. He de decir que sentí algo de alivio cuando empezó a crecer y a ladrar a las personas “por fin alguien cuida de mí”, pensé.
Esto, por supuesto, no tardó en convertirse en un problema. Esta pésima relación con las personas en una etapa crítica de su desarrollo le ha pasado factura. Pero gracias a esto yo empecé a formarme. He hecho infinidad de formaciones en los cuatro años que lleva conmigo y siempre he podido observar lo mismo: la mayoría de personas que están dispuestas a aprender sobre sus perros son mujeres. De todas las edades, pero siempre mujeres. En cada formación a la que he ido, sea más o menos larga, más o menos profesional o más o menos cara, siempre la mayoría de asistentes son mujeres. Y claro que hay hombres, pero aquí son la minoría. ¿Es que los hombres no quieren aprender? ¿O es que se ve como una debilidad el hecho de aprender sobre algo de lo que te faltan conocimientos?
He podido observar el mismo fenómeno una vez que me he convertido en profesional. Las personas que más se dejan ayudar y las que más se comprometen con la educación de su perro son mujeres. Hay hombres, claro que sí. Y a veces hay parejas. Y cuando son parejas, quien más pregunta y se preocupa es… ¿adivinas? Exacto, la mujer.
¿Qué quiero decir con todo esto? Que nos hemos cansado de que nos digan cosas por la calle y de que nos miren mal. Que nos ponemos en marcha para aprender a acompañar a nuestros peludos (y ojo, que digo aprender/acompañar/entender, y no inhibir). Que seguimos en lucha y que cada petición de ayuda es un acto de empoderamiento. Que todos los días son 8M. Y que hay mujeres increíbles en el mundo del perro.
Autora: Irene Jareño, educadora canina del equipo Anut