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En este artículo nos basamos en el estudio de Alexandra Horowitz¹ y Charlotte Duranton² “Let me sniff! Nosework induces positive judgment bias in pet dogs“³ (Applied Animal Behavior Science 211, 2019). Siempre nos parece interesante cualquier artículo o investigación relacionada con los ejercicios de olfato, teniendo en cuenta lo importante que es este sentido para nuestros perros.
Conceptos previos
Para entrar en situación, lo primero que tenemos que hacer es comprender algunos conceptos que emplean las autoras en este estudio. En primer lugar, los estados emocionales. Estos son estados mentales de plazo corto -positivos o negativos- que un individuo experimenta tras la percepción de un estímulo relevante interno o externo. El estado emocional es adaptativo ya que es esencial para la salud del individuo. Puede afectar a su supervivencia o éxito reproductivo, guiando entonces decisiones de comportamiento relativas a los estímulos percibidos. El estado emocional modifica procesos cognitivos como la atención, la memoria y el juicio o criterio en una determinada situación.
El sesgo cognitivo.
Surge de la necesidad evolutiva de emitir de forma inmediata juicios que utiliza nuestro cerebro para asumir una posición rápida ante ciertos estímulos, problemas o situaciones. Son sesgos atribucionales y afectan a las interacciones sociales cotidianas y a la toma de decisiones.
El sesgo cognitivo ha sido ampliamente estudiado en humanos adultos. A través de los tests de sesgo cognitivo se ha demostrado que individuos en estados emocionales positivos, tienen más recuerdos positivos y una visión más optimista hacia posibles eventos futuros. Se encuentran más abiertos hacia los estímulos positivos y expresan más juicios o valoraciones positivas al enfrentar un estímulo “ambiguo”. Por el contrario, se ha evidenciado que las personas experimentando estados emocionales negativos, prestan más atención a los estímulos amenazantes, tienen recuerdos más negativos y una valoración o juicio más pesimista hacia futuros eventos o estímulos ambiguos.
La evaluación del sesgo cognitivo se hace a través del lenguaje en humanos. Para el resto de especies ha sido ampliamente utilizado, revisado y enmendado el Paradigma del Sesgo Cognitivo (Mendl et al., 2009). Consiste en entrenar al individuo a discriminar entre dos estímulos: uno asociado con un evento positivo (premio en comida) y otro asociado a un evento negativo (comida con mal sabor, ausencia de premio, etc.). Tras esto, a los individuos testados se les presenta un estímulo ambiguo y se observa su comportamiento. La velocidad y frecuencia de reacción hacia el estímulo ambiguo proveen información acerca de si el sujeto juzga o valora positivamente -optimista- o negativamente -pesimista-.
Varios estudios han validado el paradigma de sesgo cognitivo como una herramienta útil a la hora de determinar el estado emocional de animales no humanos cautivos y así evaluar el impacto de su entorno en su bienestar. Se ha probado en diversos mamíferos, aves e insectos, pero curiosamente, una de las especies cautivas que menos atención ha recibido en los estudios sobre sesgo cognitivo y bienestar, es el perro doméstico.
Olfatear como conducta natural
Generalmente el perro doméstico no puede decidir cuándo y dónde salir, dónde vivir, con quién interactuar o qué actividad hacer. Son individuos confinados a un espacio limitado varias horas al día, por lo que algunos no pueden ejercer comportamientos naturales esenciales para su bienestar, como la interacción social o la búsqueda de alimento (recordemos que son carnívoros y oportunistas: restos, sobras o carroña). Debido a nuestra forma de vida como guías y al “acuerdo de convivencia” al que llegamos con nuestros perros, no son muchos los que pueden disfrutar libre y diariamente de buscar y explorar a través del olfato.
Diversos estudios estiman que entre un 10% y un 22% del tiempo en activo, es empleado en buscar y olfatear en perros con total libertad y disponibilidad para ello (Beck, 2002). Y mientras otros han demostrado el valor del ejercicio y enriquecimiento olfativo en la mejora de los niveles de estrés y bienestar en perros de refugio, no encontramos apenas estudios similares cuyo sujeto de investigación sea el perro doméstico.
Hipótesis inicial
Dividieron a los perros a testear en dos grupos: “grupo experimental” y “grupo de control”.
Los perros del “grupo experimental” llevarían a cabo trabajos de olfato, buscando con sus trufas algo escondido (en este caso, un premio en comida). Y el “grupo de control” llevaría a cabo una actividad física parecida a la del otro grupo, con una recompensa en comida también pero sin el componente de olfato (en este caso, heelwork4).
Las autoras parten de la siguiente hipótesis inicial: tras dos semanas de trabajo, los perros del “grupo experimental” iban a mostrar mayores niveles de optimismo en un test de sesgo cognitivo que los perros del otro grupo.
El experimento
Se escogieron 20 perros de razas y mezclas distintas en base a dos criterios: que no hubiesen entrenado olfato o heelwork4 con anterioridad y que no tuvieran problemas de salud que les impidieran un comportamiento normal, problemas de movilidad, vista u olfato. Se dividieron en los dos grupos antes citados de manera más o menos aleatoria controlando sólo el ratio por sexo.
A los guías de ambos grupos se les pidió que trajeran premios en comida de “alto valor” para sus perros, es decir, su premio favorito. Después, a cada uno de los perros se le haría un test de sesgo cognitivo previo a iniciar los entrenamientos. Ya divididos en dos grupos, perros y guías recibirían una primera clase en la que se les explicaría a los guías cómo continuar con los ejercicios diarios en casa en las próximas semanas. Estos ejercicios debían ser grabados y anotado el tiempo de duración. Esta información era revisada con el fin de asegurarse que todo el proceso de hacía correctamente.
El entrenamiento del “grupo experimental” se compone de tres fases. En la primera de ellas, se escondía el premio en una caja frente al perro a 1 metro de distancia. El guía le alentaba a buscar con la señal “go find it”. Después de tres repeticiones con éxito, se pasaba a la segunda fase en la cual se colocaba la caja con el premio y otras dos cajas sin premio de forma aleatoria. Tras cada éxito al perro se le felicitaba bien con caricias o más premios independientemente de la dificultad. La caja con el premio era siempre la misma para evitar contaminaciones olfativas. La tercera fase consistía en continuar con los ejercicios pero complicando la localización y colocación de las cajas.
El entrenamiento del “grupo de control”, si bien no incluía ningún ejercicio de olfato, se intentó asemejar lo máximo a las pautas del otro grupo: tiempo de duración de los ejercicios, tiempo con el guía para entrenar, familiaridad con la investigadora y misma ingesta de premios. El entrenamiento consistía en una primera fase en que el perro siguiera al guía dando dos pasos al frente. Tres repeticiones con éxito y estos pasos se aumentaban hasta llegar a 10. En la tercera fase se pedía a los guías que partiendo de los pasos hacia adelante cambiaran de dirección siguiendo un triángulo imaginario y después, un cuadrado imaginario. Los perros eran premiados y felicitados de la misma forma.
Último ejercicio
Finalmente y tras dos semanas de entrenamiento, se llevaba a cabo otro test de sesgo cognitivo. Se entrenaba a cada perro a que, desde una posición inicial, se acercaran a un bol de comida a 3 metros de distancia de ellos. La posición inicial era entre las piernas del guía y éste sentado. La investigadora se posicionaba de espaldas a 4 metros del perro, poniendo o no (según el intento) un trozo de pollo en el bol. Se hacían los mismos movimientos corporales, se colocara o no el premio en el bol, para evitar dar ninguna pista corporal a los perros.
En el diagrama se puede ver más claro. Los boles a los lados representan las localizaciones positivas (conteniendo comida) y negativas (vacíos). El bol central representa la localización ambigua. La investigadora colocaba en cada intento el bol en una de las posiciones (positiva o negativa) y regresaba ella a la posición central. El perro era entonces liberado. La alternancia o repetición de los lados de las localizaciones negativas o positivas eran equiparadas entre los perros.
Entrenamientos previos
Inicialmente cada perro se le daban dos intentos positivos, seguidos después de dos negativos. Y a partir de aquí, y durante 15 intentos, se alteraba el orden positivo-negativo más o menos aleatoriamente aunque nunca más de dos positivos o negativos consecutivos. A cada perro se le daban 10 segundos para acercarse al bol y se dejaban 20 segundos de intervalo para el siguiente intento.
Antes de cada test cognitivo -uno previo a las semanas de ejercicios y otro posterior- los perros recibían un breve entrenamiento para que comprendieran lo que se les estaba pidiendo. Este entrenamiento finalizaba cuando el perro dejaba de acercarse al bol negativo seis veces consecutivas (tres positivas y tres negativas). El último intento era siempre negativo. Cuando los perros discriminaban correctamente las localizaciones positivas y negativas el test comenzaba y éste era exactamente igual que en la sesión de entrenamiento, salvo el bol en la localización “ambigua” (posición central en el diagrama y a 3 metros del perro). Para evitar el aprendizaje a cada perro se le exponía sólo una vez al bol ambiguo en el test de inicio del estudio y una vez en el test final. El comportamiento de cada perro hacia el bol ambiguo era el objeto de observación.
Análisis de comportamiento
Las autoras midieron la “latencia” en acercarse al bol ambiguo. El concepto de latencia se refiere al tiempo que pasa entre que el perro era liberado de la posición de inicio hasta que el perro tocaba con el hocico el bol o metía la cabeza en él. Después, se calculaba la diferencia de latencia de cada individuo entre el test inicial y el test pasadas las dos semanas de ejercicios.
Por otro lado, se medía el número de intentos realizados hasta alcanzar el criterio del test.
Asimismo, se evaluó cualquier comportamiento por estrés en los perros (sacudirse, rascarse, relamerse, etc.) con la intención de apartar del experimento al perro que exhibiera estrés en cualquier momento. Ninguno de ellos fue excluido.
Conclusiones
El estudio demuestra que la práctica de trabajos de olfato con el guía disminuye el tiempo de latencia en acercarse a un estímulo ambiguo. En el test de sesgo cognitivo, los perros que habían practicado ejercicios de olfato eran más rápidos en aproximarse al bol ambiguo que aquellos perros que habían practicado heelwork4. Este resultado podría describirse como una medición de “optimismo” en los individuos que en este caso pertenecían al “grupo experimental” entre el primer test, previo a las semanas de ejercicios, y el último test. No se llegó a la misma conclusión en el caso de los individuos del “grupo de control”.
Las autoras aclaran que la diferencia en el primer test, en el tiempo de latencia, entre los perros de un grupo u otro era casi nula. No se observó más predisposición entre unos u otros a la hora de acercarse al bol ambiguo. Por otro lado, el número de intentos fue prácticamente igual entre ellos en dicho primer test, demostrando que no había apenas diferencia de partida en la habilidad cognitiva para comprender las tareas propuestas a los perros de ambos grupos. Se fijó un protocolo de ejercicios para que la práctica de un grupo u otro no tuviera diferencia respecto al tiempo extra que cada perro pasaba con el guía.
Relevancia de los test de sesgo positivo
El test de sesgo cognitivo es considerado una herramienta muy útil a la hora de estudiar especies no verbales. Sin embargo, las autoras reconocen que pueden discutirse otras hipótesis respecto a los resultados obtenidos. Algunas personas podrían argumentar que los perros del “grupo experimental”, más que optimismo, exhiben una mejora en sus habilidades cognitivas debido al uso de sistema olfativo. Bien es sabido que el enriquecimiento ambiental y la estimulación sensorial desarrollan el cortex cerebral a través de un aumento de las conexiones sinápticas. Pero ellas no observan un número diferente de intentos en el tests posteriores a las semanas de ejercicios entre un primer grupo y otro. Es decir, los perros del primer grupo no recordaban la tarea asignada mejor que los del “grupo de control”. Todos presentaban las mismas habilidades cognitivas iniciales, por lo que la diferencia observada se debe al cambio emocional.
Por otro lado, cualquier persona podría argumentar que el entrenamiento de olfato resulta en un trote o carrera más rápida en la búsqueda, aunque no hay ninguna evidencia de que los ejercicios de olfato hagan a un perro físicamente más rápido. En cualquier caso, ellas en este estudio miden la latencia, que no es lo mismo que velocidad. La latencia es una medida de respuesta a un estímulo, implicando entonces motivación: si el perro no está motivado se acercará más despacio al estímulo ambiguo o directamente no se acercará, independientemente de su velocidad física. Además, los entrenamientos se practicaban en casa, observando que las búsquedas se hacían caminando o trotando ya que apenas disponían de espacio para correr.
Olfato vs Sesgo positivo
Por último, también se podría argumentar, que puesto que el olfato es el sentido más desarrollado en los perros, el entrenamiento del mismo les enseña a detectar la presencia o ausencia de comida. Sin embargo, y a diferencia de los perros detectores especialmente entrenados para ello, los perros domésticos se ha demostrado que no pueden discriminar la cantidad de comida a través del olfato. Es más, el bol ambiguo siempre se presentó vacío. Si los perros del “grupo experimental” hubiesen sido más hábiles a la hora de detectar la ausencia de comida, se habrían acercado más lentamente o con menos interés que los perros del “grupo de control”. Como el resultado del estudio fue exactamente el opuesto, concluyen que los perros del primer grupo no utilizaron el olfato para evaluar el estímulo ambiguo, sino que fue el sesgo positivo hacia el estímulo.
Concluyen entonces que la práctica de ejercicios de olfato afecta al sesgo cognitivo de los perros induciendo más optimismo en los mismos. Buscar y rastrear es una actividad muy estimulante e intrínsecamente reforzante (encontrar alimento) para los animales no humanos. De este modo, el tiempo diario empleado en ejercicios de olfato en un perro doméstico incide directamente en su bienestar, ya que supone imitar una actividad natural y estimulante que desarrollarían libremente si no fueran animales cautivos.
¡Déjale olfatear!
Horowitz y Duranton recomiendan no sólo aumentar el tiempo dedicado a ejercicios de olfato y rastreo en sí, sino también permitir el olfateo durante los paseos diarios. Como hemos visto, mejorará el bienestar y optimismo de tu perro. Además, son actividades en las que los perros son autónomos y llevan la iniciativa libremente. En ellas, los guías siguen a los perros sin intervenir en ningún momento o decisión. Los ejercicios de olfato requieren del perro el análisis del entorno y la resolución de problemas. En un entorno de cautiverio como la mayoría de perros domésticos experimenta, a menudo los guías no permiten a sus perros tener iniciativa en ningún momento y en ocasiones obedecen a los humanos incluso siendo contraproducente para ellos. La posibilidad de “tener elección” es esencial para el bienestar, sea cual sea la especie.
Desde Anut entendemos que el paseo es el único momento del día exclusivo para nuestros compañeros de cuatro patas, por lo que defendemos que éste se haga sin prisas y de una forma relajada. Debemos permitir a nuestros perros explorar su entorno al ritmo que necesiten e incluso tomando sus propias decisiones. Nos entristece ver cómo aún se utilizan collares aversivos y/o correas excesivamente cortas para mantener al perro en un “junto” perfecto durante los paseos, asimilando esta idea a un perro educado y sobre el que se tiene control total. A la luz de estudios como este se muestra que con estas prácticas sólo impedimos a nuestros compañeros ejercer actividades que inciden directamente en su bienestar.
1 – Alexandra Horowitz: Profesora de cognición canina en la Universidad de Columbia y Directora del Horowitz Dog Cognition Lab.
2 – Charlotte Duranton: Doctora en comportamiento canino y Directora de Ethodog.
3 – El artículo en cuestión no está disponible online. Sin embargo, las autoras lo facilitan por mail a todo aquél que les escriba interesándose.
4 – heelwork: Ejercicio en el que el perro debe ir a nuestro lado mientras vamos pidiéndole posiciones; puede verse en las pruebas de O.C.I.
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