Un reciente experimento realizado por investigadores de la Universidad de Maryland afirma que los perros pueden escuchar su nombre cuando está mezclado con ruido de fondo al mismo volumen o superior.
Los perros también respondieron a su nombre pronunciado por voces diferentes a las de sus guías a través de altavoces.
Perros vs Bebés
La científica cognitiva Amritha Mallikarjun y sus colegas reclutaron perros de diferentes razas, tanto “domésticos” como de trabajo.
Los científicos reprodujeron grabaciones de una mujer desconocida para los perros que repetía el nombre del perro o el nombre de otro perro con la misma cantidad de sílabas y patrón de estrés. Las grabaciones se combinaron con el ruido de fondo, similar al ruido de una cafetería, a tres niveles de volumen: inferior al volumen de reproducción de los nombres, igual volumen y superior…
Los resultados mostraron que prestaron más atención a su propio nombre y lo pudieron distinguir del ruido hasta cierto punto. Aunque sí lo escuchaban en los dos primeros niveles de ruido, en el tercero que era superior al volumen al que se reproducían los nombres, no lo escuchaban.
En bebés humanos los resultados muestran que solo lo escuchan en el primer nivel.
Ventaja en los perros de trabajo
Este tipo de perros respondieron mejor en las pruebas. Esto probablemente esté influenciado porque su aprendizaje ha sido más sistemático y consistente. Con los perros “domésticos” suelen usarse apodos por ejemplo.
Nuestra reflexión sobre los perros y sus nombres
Muchas veces en nuestras sesiones a domicilio nos encontramos con perros para los que su nombre no dice nada o lo que es peor, muestran claras señales de estrés o ansiedad al pronunciarlo.
Los humanos entendemos el nombre como una señal de identidad y esto lo extrapolamos al perro. Sin embargo para el perro sería más bien una forma de captar la atención.
Es como cualquier otra señal, como una llamada, un sienta, un quieto… Debemos ser conscientes de esto y obrar en consecuencia. Tendemos a usar el nombre del perro para corregirle de alguna conducta que no nos gusta (¡Moe! ¡no muerdas el marco de la puerta!), llamarle cuando no nos hace caso (¡Dina! ¡Ven aquí!) generalmente con una voz cada vez más malhumorada, gritarle cuando se lanza a perseguir algo divertido, etc. Hemos llegado a ver casos críticos en el que el uso de correcciones había condicionado de tal forma el nombre que recomendamos evitar su uso.
Siempre que realizamos educación de cachorros insistimos en esto, en usar el nombre siempre para las cosas buenas. Realizando un buen condicionamiento desde pequeños tendremos una gran herramienta de comunicación, una forma eficiente de captar su atención.
Fuente: National Geographic