Este artículo se basa en la traducción de un artículo que estudia la importancia de las experiencias tempranas e impronta materna en perros.
La importancia de las experiencias tempranas y la impronta materna en el desarrollo de desórdenes de comportamiento en perros.
Este artículo está basado en la investigación realizada por Lisa Dietz, Vivian C. Goerlich-Jansson, Anne-Marie K Arnold y Claudia M. Vinke, plasmada en su artículo «The importance of early life experiences for the development of behavioural disorders in domestic dogs«.
Las autoras de este estudio comienzan señalando la distinción entre problema de comportamiento como un “comportamiento normal para el perro aunque indeseado para el guía humano”; y desórdenes de comportamiento como “comportamientos patológicos excesivos en frecuencia, duración y/o intensidad y/o aplicados en un contexto erróneo”. A menudo son utilizados indistintamente, así que aclaran, que a lo largo del artículo se referirán al segundo: el comportamiento patológico.
Desórdenes de comportamiento como la ansiedad, agresividad o conductas relacionadas con la separación son las mayores causas de abandono en refugios (11-34%) y de solicitudes de eutanasia (10-16%).
Todos sabemos que se han extendido grandes redes legales e ilegales de importación de cachorros a países de Europa Occidental. En general sabemos de las condiciones sanitarias, de cría, de transporte, de temprana edad en la venta y socialización de estos cachorros.
A pesar de no existir muchos estudios en perros domésticos, tanto en primates como en roedores tenemos abundante literatura científica que corrobora la incidencia de estas experiencias tempranas en el fenotipo individual. Experiencias negativas, ausencia de estimulación, escaso tiempo de cuidado materno y vínculo, sabemos a día de hoy que aumentan la posibilidad de desarrollo de problemas de comportamiento.
En la mayoría de mamíferos, el vínculo entre la madre y la cría se establece antes y durante el sensible período de socialización llamada “temprana edad postnatal”. Durante este período crucial, las interacciones con el medio, tanto social como ambiental, dan forma al perfil neuronal y comportamental del individuo. Si bien, el sistema nervioso central mantiene cierta plasticidad en edad adulta, su capacidad de “reconfiguración” en base a experiencias es sustancialmente mayor en esta etapa tan sensible de socialización temprana.
En numerosos artículos se aborda la importancia del tipo de relación del
El primer paso: la relación de la madre y el cachorro
Durante las primeras dos semanas de vida (“período neonatal”) los sentidos no están aún desarrollados. El recién nacido aún no ve ni oye, y su cognición y habilidades motoras son aún pobres debido a la inmadurez del cerebro. En esta fase de “aislamiento virtual”, los cachorros son enteramente dependientes de la madre incluso para la eliminación por lo que la madre se encarga de la estimulación a través del lamido ano-genital. A partir de la tercera semana, los cachorros muestran señales de estrés ante la separación de la madre (lloriqueo, lamento); señales que van desapareciendo con el aumento de edad. Esta misma fase y sus respuestas se conoce en primates y humanos, y suele ir seguida de depresión cuando la separación es prolongada.
Una separación prolongada en esta edad, tiene consecuencias innegables en perros: los índices de enfermedad o muerte, así como desórdenes por separación aumentan significativamente cuando esta separación prolongada se produce a las 6 semanas de nacimiento respecto a las 12 semanas del nacimiento. Asimismo, las autoras, como se aborda más adelante, consideran que esta separación permanente tan temprana, tan habitual en criadores comerciales, puede conllevar otro tipo de desórdenes de comportamiento.
A través de numerosos estudios y encuestas evaluando la calidad y cantidad del cuidado materno (Tiira y Lohi, 20154), las puntuaciones más bajas estaban directamente asociadas a individuos con más miedo en edades adultas, mientras que en las puntuaciones más altas se observaban individuos con un mayor comportamiento exploratorio y menores niveles de estrés así como vocalizaciones estando solos en cachorros desde las 8 semanas. Finalmente se hacía una comparativa entre cachorros separados a las 30-40 semanas y 60 semanas. En los primeros se observaron mayor miedo en los paseos, a los sonidos y un aumento en la tendencia a ladrar en los primeros.
Vínculo madre-cachorro
Se trata de un lazo afectivo observado en muchos mamíferos, caracterizado por la búsqueda de la proximidad física, sentimiento de seguridad ante la presencia de la figura con la que se establece ese lazo y estrés ante la separación de la misma. El cuidador primario -la madre- responde proveyendo cuidado, seguridad y confort, aumentando así las posibilidades de supervivencia de la cría.
En mamíferos, este vínculo afectivo se produce en el período postnatal, y se debe a un proceso de conservación y evolución adaptativa: los animales nacen con una predisposición por buscar ese lazo afectivo. Incluso ante ausencia de comida, se observa una preferencia por mantenerse cerca de la madre, demostrando así la importancia del vínculo una vez establecido. La madre actúa como una “base de seguridad” que incentiva a las crías a explorar el entorno.
Señalan también la necesidad de tener en cuenta que el vínculo no es unidireccional como en humanos. Es decir, será fundamental analizar el grado de respuesta y sensibilidad de la madre en sus cuidados a la hora de evaluar el grado y tipo de vínculo que se crea.
En cualquier caso, consideran que estos lazos o vínculos creados en edad temprana, tienen una incidencia directa en el tipo de vínculo posterior perro-humano o en problemas derivados de esa carencia.
Mecanismos fisiológicos subyacentes al cuidado materno y al vínculo
Los patrones comunes de comportamiento y vínculo entre humanos y perros podrían ser en parte explicados por mecanismos neuroquímicos subyacentes correspondientes con el cuidado y comportamiento paternal/maternal. Por ejemplo, la oxitocina desempeña un papel fundamental en el cuidado maternal y la formación de ese vínculo entre madre y cría. Está ampliamente demostrado que unos niveles altos de oxitocina concuerdan con un “estilo de vínculo seguro” de infantes hacia sus padres/madres. Del mismo modo, son numerosos los estudios (Beetz et.al, 20127; Handlin et. al., 20128; Romero et. al., 20149; Nagasawa et.al, 201510) demuestran la importancia de la oxitocina en el vínculo humano-perro, así como un aumento de este neuropéptido en la interacción entre ambas especies.
Durante las “ventanas sensibles” de las primeras fases de madurez en la estructura neural, el ambiente y los factores sociales pueden afectar profundamente este proceso. Además, el desarrollo del sistema nervioso en la fase perinatal, presenta una plasticidad y susceptibilidad importante a las influencias externas. Aún así, los efectos fisiológicos del vínculo entre la hembra y sus cachorros, apenas han tenido atención en estudios previos. En cambio, sí existen estudios en roedores en los que se demuestra que el cuidado materno influencia las respuestas de estrés en animales jóvenes, a través de la “programación del desarrollo del eje hipotálamo-pituitaria-glándulas suprarrenales” que conllevan un aumento o reducción de la sensibilidad a los estresores a lo largo de la vida adulta. Es decir, el grado de lamido, aseo y cuidado está íntimamente relacionado con respuestas de estrés comportamentales, pero también fisiológicas más bajas en etapa adulta y ante situaciones nuevas. Del mismo modo, los niveles altos de cortisol durante la maduración alterarán el desarrollo neural y las funciones cognitivas.
Las autoras consideran, que a pesar de la falta de estudios específicos en perros, estas conclusiones pueden extrapolarse: un insuficiente o precario cuidado materno tendrá como consecuencia déficits cognitivos y emocionales que pueden llevar a desórdenes de comportamiento como el miedo.
SOCIALIZACIÓN
Este período comienza después de una fase de transición tras el período neonatal. Aquí abordan las fases y componentes de este período tan sensible, en relación a los estímulos sociales y no sociales, así como los comportamientos de juego. Demuestran cómo una estimulación apropiada en esta fase resulta en un individuo con una mayor capacidad adaptativa, más herramientas para establecer relaciones equilibradas con humanos y congéneres, así como para afrontar con seguridad situaciones nuevas.
1. Socialización temprana (3,5-12 semanas, variable según perro y raza)
A partir de la segunda-tercera semana empiezan las conductas exploratorias y a partir de la tercera semana ya no necesitan a la madre para eliminar. Empieza esta fase cargada de cambios fisiológicos y de comportamiento.
Durante esta fase los cachorros aprenden a través de la experiencia
En cualquier caso, los animales siguen aprendiendo del entorno a lo largo de su vida, pero no cabe duda de la sensibilidad de estos períodos de aprendizaje. Sensibilidad que va a acompañada de unos efectos fisiológicos.
Durante las primeras dos semanas, a través de encefalografías y test auditivos y visuales, los estados de sueño o despierto apenas son perceptibles debido a la inmadurez de su sistema nervioso. A partir de la tercera semana, en la que los sentidos del oído y la vista comienzan a desarrollarse, también lo harán de una forma muy rápida sus sistema locomotor y nervioso. Y con ello, las conductas exploratorias. Al principio de esta fase de socialización temprana, se sabe que la madurez del sistema nervioso central alcanzada hasta este momento permite el aprendizaje asociativo y condicional. A medida que los cachorros interactúan con el entorno, las conexiones sinápticas y los circuitos neuronales se fortalecen. Con este aumento de actividad sináptica, a las cinco semanas (salvando las diferencias entre razas), se puede observar en los cachorros miedo ante estímulos o situaciones nuevas. Asimismo, la recuperación ante esas situaciones de miedo, o la desensibilización a las mismas, comenzará a prolongarse en el tiempo. Esta neofobia puede crecer hasta inhibir toda conducta exploratoria hasta las 12 semanas que acaba esta fase temprana.
Numerosos estudios (Macri y Wüerbel, 200612; Pluijmakers et. al., 201013) demuestran entonces la importancia de una exposición a estímulos en esta etapa, pero sobre todo, la necesidad de la GRADUALIDAD de esas exposiciones. Deben ser controladas, tanto en intensidad como en duración. Concluyen que esta gradualidad fortalece la resiliencia del futuro individuo adulto.
1.1. Socialización intraespecífica y juego
El desarrollo cognitivo y sensorial a partir de las tres semanas, permite establecer las primeras relaciones sociales. Serán con la madre y sus hermanos. A través de estas primeras relaciones, el cachorro empieza a identificarse a sí mismo con su propia especie además de comenzar el proceso de impronta filial: se trata de “la adquisición de preferencia ante un objeto familiar” (McCabe, 201314). Desde una perspectiva funcional y de supervivencia, esa preferencia primera será hacia la madre.
Un estudio en 196715, de Fox y Stelzner, experimentó con el aislamiento social de un cachorro respecto a la madre o sus hermanos. Para quien le interese la metodología puede acceder al artículo original que facilitamos. En cualquier caso, las conclusiones son lo que nos interesa: la importancia del contacto entre congéneres en el período de socialización temprana, tanto con la madre como con los hermanos. Según el aislamiento hubiese sido en una semana u otra, y respecto a los hermanos, la madre o total, se observaban una serie de déficits más o menos importantes en el comportamiento social.
También se evidenciaba el importante rol de la madre. A partir de las 5-7 semanas la madre comienza el destete alejándose, gruñendo, enseñando los dientes o mordiéndolos suavemente. Progresivamente se establecen las relaciones sociales entre hermanos, con unas nociones primarias del repertorio comunicativo gracias a la madre. Repertorio que se desarrolla completamente a través del juego interespecífico, es decir, con los hermanos. Aprenden tanto a leer cómo emitir señales, además del desarrollo motor que acompaña al juego.
1.2. Socialización interespecífica
En esta misma etapa, los cachorros empiezan a ser más receptivos al contacto y relación social con el humano. La importancia de un contacto temprano con el humano para un la formación de un buen vínculo en adelante, está ampliamente documentada, así como las consecuencias a largo plazo. Recomiendan que este contacto sea entre las 5 y las 8 semanas y que estas relaciones sean graduales y positivas.
Socialización tardía (12 semanas a 6 meses)
También llamada segunda fase de socialización o período juvenil, según autores, y finaliza cuando alcanzan la madurez sexual -añadimos nosotros que esto una vez más, depende entre individuos y razas-. Aunque es considerada una fase menos sensible que la anterior, lo cierto es que la socialización en esta fase será crucial.
En un estudio de 195916 (Pfaffenberger y Scott) de perros guía para
Para las autoras, que en este caso hablan de perro joven o adolescente, el aprendizaje social en esta fase puede confirmar, reajustar o cambiar radicalmente lo aprendido en la fase de socialización temprana
Plasticidad e interacciones
El sistema nervioso central sigue siendo plástico en edad adulta, manteniendo la capacidad de modificar las conexiones neuronales a través de interacciones con el entorno, aunque esta capacidad es significativamente menor respecto al período de socialización temprana o tardía.
Tendiendo esto en cuenta, las experiencias y socialización en etapas tempranas y tardías siguen jugando un papel crucial en el desarrollo de un individuo equilibrado, resiliente y con mayor autonomía. Sin embargo, y aunque las autoras apenas aluden a estudios, estamos de acuerdo por experiencia, que individuos adultos con desórdenes de comportamiento, debido en muchas ocasiones a déficits en esas etapas sensibles o bien a eventos traumáticos, pueden ser perfectamente tratados y los efectos de esas carencias y/o traumas, reversibles en gran medida.
Implicaciones
Las autoras defienden que hay abundante evidencia sobre cómo las experiencias negativas o traumáticas, así como la falta de estímulos en perros en etapas tempranas, tienen consecuencias negativas a largo plazo. Tanto en la salud como en el comportamiento. Así, los cachorros destetados a las 6 semanas tienen un ratio de mortandad superior; la separación de la camada antes de las 8 semanas se refleja en unos niveles de estrés severos y un aumento del ratio del desarrollo de problemas de comportamiento.
Apuestan por un equilibrio en el que el cachorro tiene sus necesidades
En Países Bajos por ejemplo, una ley obliga a los criadores a llevar a cabo esta socialización con humanos y otros congéneres (Artículo 3.22, Wet Dieren, Besluit houders van dieren), sin embargo, los cachorros importados no están sujetos a dicha ley, sino a la ley del país de origen.
La red comercial de cachorros más grande de Europa Occidental importa cachorros principalmente de Hungría y Eslovaquia. En el primer país mencionado la ley no especifica nada acerca de estas premisas, y en el segundo no existe aún ninguna ley de protección animal. Es decir, las necesidades que se deberían cubrir en las etapas de socialización no están contempladas en las granjas de cachorros.
Consideran que aún hacen falta más estudios e investigación a partir de los cuales proponer unos protocolos que incidirían directamente en el bienestar de los perros, en su capacidad adaptativa y la cobertura de sus necesidades esenciales.
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